Hacia las 18:30 salimos de Margate con dirección a Port Edwart para coger la terrible R61 y así poder atajar, ya que la principal N2 (que recorre toda la costa desde Santa Lucia hasta Ciudad del Cabo) no transcurre cerca del litoral en los 350 km de la Wild Coast (esa probablemente sea una de las razones del encanto de esta zona).
La carretera R61 fue con toda seguridad el momento más
exigente y duro del viaje en aquel coche por Sudáfrica. Fueron cuatro horas y media de oscuridad absoluta ya que no había ni una sola farola en el trayecto, baches y agujeros en la
carretera, conductores temerarios, animales y personas por el medio del
trazado… La llegada a la enigmática Port Saint Johns fue un momento
casi divino y nuestro alojamiento en el Amapondo Backpackers todo un lujo http://www.amapondo.co.za/
Pero sin reconocimiento a semejante esfuerzo, el día
siguiente amaneció triste, lluvioso y muy ventoso. Las previsiones no eran nada
positivas, por eso de nuevo tuvimos que improvisar y marcharnos hacia Coffee
Bay, no sin antes disfrutar del encanto de esta pequeña localidad serena e
idílica.
El camino a Coffee Bay (vía Mthatha) fue algo mejor que el
del día anterior pero también fue un sacrificado día de carretera. Acercándonos
a nuestro nuevo destino, y después de tanta lluvia, la aparición del sol
reflejado con un brillo intenso en las casas de colores de los Xhosas fue tan
necesario como alentador.
La llegada nocturna a Coffee Bay fue también todo un placer,
el albergue Coffee Shack http://www.coffeeshack.co.za/ fue nuestro
campamento base y aunque es un alojamiento sin duda aconsejable, el hecho de
ser sábado y además San Patricks day, el ambiente guiri-festivo fue un poco
duro de asimilar.
El día siguiente Martin pudo alquilar una tabla decente y hablar
con el dueño del albergue (buen conocedor del surfing en Euskadi). No había olas en Coffee Bay así que fuimos al pueblo de Mdumbi (top 10 de spots de
surfing de Sudáfrica) a probar suerte y a conocer aquel lugar perdido en aquella remota parte del país.
El camino fue un poco duro ya que no había prácticamente carretera, todo era pista, con baches, agujeros, piedras, gravilla,... literalmente no pudimos pasar de 40 km/h. Eso si, el encanto del paisaje, de las casas, los xhosas, los animales, los niños....lo convirtió en un placer de viaje.
La Wild Coast, la parte Xhosa de Sudáfrica, está salpicada por pequeñas aldeas con casas de estas características.
Normalmente agrupadas por colores, pudimos ver una mayoría de este verde, pero también las vimos naranjas y blancas. Nunca supimos el criterio para elegir color...
Algo que nos llamó mucho la atención fue que los niños solo nos decían 'money!sweets!' cuando pasabamos a su lado o parábamos para saludarlos y hablar con ellos. Supusimos que es lo que habían aprendido al haber obtenido dinero y caramelos de otros turistas que anteriormente habían pasado por allí. En medio de un sitio tan remoto, rural y mal comunicado, donde prácticamente no hay estímulos externos, la relación blanco-dinero está grabada en la mente de esta gente desde muy corta edad. Aunque algunos occidentales creen que ayudan dando dinero o dulces a los niños, no son conscientes de que les están educando de una manera erronea...
A medida que nos acercábamos a la costa e íbamos viendo la desembocadura del rio en el mar, nos ibamos enamorando más de la Wild Coast. Martin estaba ansioso por ver las olas y surfear por fín en este país después de tanto intento frustrado.
No hubo mucha suerte con las olas pero conocer este
precioso y solitario pueblo mereció mucho la pena.
Dimos por finalizado el día en Mdumbi y nos fuimos de vuelta a Coffee Bay para recoger nuestras cosas y devolver la tabla al dueño del hostel, que muy amablemente, no nos cobró nada por el alquiler del día.
Antes de marcharnos de Coffee Bay decidimos subir a la colina a despedirnos de
aquella preciosa bahía. Cuál fue nuestra sorpresa cuando de repente vimos un grupo
muy numeroso de delfines cabalgando las olas de una manera muy espectacular, sin
duda un momento top de nuestro viaje!! Pasamos allí un buen rato, mirando como
estos simpáticos animales surfeaban las olas, hasta que el atardecer nos avisó
que era el momento de salir rumbo a nuestro próximo destino.
Ya de noche y con el subidón del momento partimos en
dirección Cintsa (nuestro tercer y último destino en la Wild Coast). En este
caso, gran parte del trayecto fue por la carretera principal N2, en comparación con los días anteriores
fue todo un placer conducir hasta Cintsa. Nada más llegar al enorme pero
tranquilo Buccaneers backpackers decidimos
relajarnos aquí y pasar tres días de chill out total.
El albergue, es más bien una pequeña aldea de dormitorios,
casitas y un gran zona de acampada, todo
ello, con vistas a la magnífica playa y con la graciosa compañía de los
babuinos, que por su curiosidad, nos acompañaban cada vez que nos sentábamos a
comer en la cocina abierta del camping. Incluso tuvimos la visita de unos
cerdos!
Nuestro último día en Cintsa lo pasamos en una de las playas cercanas al pueblo,
donde no había prácticamente nadie, es una maravilla viajar fuera de temporada!
Las piscinas de estas playas nos dieron grandes momentos como este: